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martes, 31 de mayo de 2011

NUEVA VISIÓN DEL MATRIMONIO CRISTIANO

LA SACRAMENTALIDAD DEL MATRIMONIO

La palabra “sacramento” significa signo o señal. Podemos decir que el hombre es sacramento, puesto que en su interior hay todo un mundo que sólo se puede manifestar a través de su cuerpo, es este el que nos permite comunicarnos y encontrarnos con los demás. Es debido a esto, que el hombre tiende a sacramentalizar su vida.

Lo diferente, entonces, del matrimonio cristiano es que los novios se comprometan a vivir su matrimonio como un signo o manifestación del amor de Dios, revelado a nosotros por medio de la figura de Jesús.

El matrimonio cristiano sirve para mostrar a la comunidad cómo nos ama Dios a todos, es por eso que los novios son los “Ministros” del sacramento del matrimonio.

Comúnmente se cree que es el sacerdote el que brinda el sacramento del matrimonio a los novios, pero en realidad los novios se entregan el sacramento del matrimonio el uno al otro.

Con respecto al sacramento del matrimonio Pagola dice, en su libro “La originalidad del Matrimonio Cristiano”:
“La mutua entrega, el perdón dado y recibido dentro del matrimonio, las expresiones de amor y ternura, la intimidad sexual compartida, la abnegación de cada día con sus gozos y sufrimientos, con su grandeza y su pequeñez, con sus momentos sublimes y su mediocridad... toda esa vida matrimonial es “SACRAMENTO”, lugar de gracia, experiencia sacramental donde Dios se hace realmente presente para los esposos”

En resumen, la sacramentalidad del matrimonio le otorga a éste una profundidad y plenitud a la convivencia conyugal.

LA VOCACIÓN DEL MATRIMONIO

El matrimonio es un estado espiritual, en el cual se sigue el ejemplo de Cristo de amarse los unos a los otros, de esta manera la pareja se puede desarrollar en toda su plenitud humana y cristiana. Este es el punto inicial para desarrollar un proyecto de vida en común, que se manifiesta a través del compromiso sagrado del matrimonio. El matrimonio implica la aceptación del otro sin condición y a medida que aceptamos al otro con sus imperfecciones y no lo forzamos a cambiar, lo más probable es que madure y se perfeccione. Además, no hay que ser posesivo, hay que dejar ser al otro, para no ahogar la relación.. Hay que saber entregarse desinteresadamente, sin esperar nada a cambio.

El siguiente párrafo ejemplifica muy bien lo expuesto anteriormente:

“QUIERO AMARTE SIN ASFIXIARTE,
APRECIARTE SIN JUZGARTE,
UNIRME A TI SIN ESCLAVIZARTE,
INVITARTE SIN EXIGIRTE,
DEJARTE SIN SENTIRME CULPABLE,
CRITICARTE SIN HERIRTE,
Y AYUDARTE SIN MENOSPRECIARTE.
SI PUEDO TENER LO MISMO DE TI, ENTONCES NOS PODEMOS REALMENTE ENCONTRAR Y ENRIQUECERNOS MUTUAMENTE”. (Virginia Satir, psicoterapeuta norteamericana)

LA FINALIDAD DEL MATRIMONIO

Como ya hemos expresado anteriormente, en la antigüedad se pensaba que el matrimonio tenía como fin último la procreación. Paralelamente a este hecho, estaba la posible venida del Mesías, con lo cual la gente miraba de mala manera el celibato, ya que disminuía las posibilidades de nacimiento del el esperado hijo de Dios. Sin embargo, la Iglesia a cambiado esta visión a través de Vaticano II (1965), donde se establece que el amor conyugal es la finalidad del matrimonio, la cual se expresa en su dimensión más íntima en el encuentro sexual de los cónyuges, como medio de potencializar la relación de pareja, instancia de crecimiento y reflexión, para lo cual es necesario un conocimiento acabado de las necesidades de cada uno de los miembros de la pareja.

Luego, y como fruto de este amor conyugal, surge la máxima expresión del amor de Dios: los hijos.

ELEMENTOS NESECARIOS PARA UN MATRIMONIO INTEGRAL

También es necesario el respeto mutuo, expresado en la confianza, en la responsabilidad y en la fidelidad hacia el otro. Estos elementos mantienen vigente y a la vez resguardan el amor de la pareja, el cual necesita ser alimentado día a día, para que así el matrimonio crezca cada vez más en el amor de Dios. Esto también se plantea en el Vaticano II.

Por esto la invitación central que nos hace el matrimonio es a alimentar el amor, lo cual se expresa en el amor verdadero entre marido y mujer, amor humano que hace que cada uno crezca y pueda expresar de la misma forma, todas las potencialidades de su ser y de su espíritu.

Los esposos se dignifican mutuamente al expresarse el amor, Dios a su vez perfecciona este amor y lo santifica.

ASPECTOS HUMANOS DEL MATRIMONIO.

En el matrimonio es muy importante el aspecto sexual, puesto que es la expresión máxima del amor que se tienen los esposos. A la vez es válido plantear que dichas relaciones son una forma bastante efectiva de comunicación “no hablada”, en la cual priman las emociones y los sentimientos.

Sin embargo, no se debe confundir el amor con lo meramente erótico, porque esto nos lleva directamente a una visión fría y mecanicista de la relación. Con esto se pierde el sentido sacramental y sagrado del matrimonio, entendido como expresión del amor de Dios.

Un punto importante en la realidad de matrimonio y necesario de analizar es la convivencia sexual, ya que es aquí donde los esposos se muestran sin caretas, es decir, tal como son y de esta manera pueden fundirse y compartir su existencia.

Hacer el amor es expresar con el cuerpo el deseo de compartir la realidad espiritual e íntima de ser pareja; con el goce amoroso. Al entregarse nos acercamos cada vez mas a Dios. Basándose en el amor verdadero y en la fidelidad, podemos crecer porque expresamos la entrega de nuestras almas a través de la entrega del cuerpo.

Otro punto digno de analizar es el desenvolvimiento de los cónyuges dentro de la sociedad. Los esposos no deben hacer de su intimidad lo único del matrimonio, puesto que también es necesario proyectar todo ese bienestar a los demás, es necesario mostrarse a los demás con el fin de ser un ejemplo. Si no somos capaces de ver más allá de nuestra pequeña realidad nos alejamos de la misión que Dios nos ha encomendado. El matrimonio debe ser capaz de compartir su felicidad con el resto de la comunidad, ya que no hay que ser egoístas y debemos hacer partícipes a todos del amor de Dios.

La manifestación más grande del amor que tiene una pareja es la concepción de un hijo, ya que es realmente allí donde se manifiesta de manera mas sublime el fruto de su amor y del amor que Dios tiene por nosotros. Es la entrega y recepción de la fuerza creadora del amor de Dios, manifestada en la entrega amorosa de los esposos. Dios como creador de vida nos da la facultad para crear una vida basada en nuestro amor como matrimonio, sin embargo, la decisión de concebir un hijo implica una madurez de pareja, puesto que es necesario tener una plena conciencia de lo que significa el traer una criatura a este mundo. Hay que entregarle mucho amor, y saber guiarlo por un camino que lo lleve a Dios. Hay que brindarle una buena educación cristiana, para que luego este hijo pueda también crecer en espíritu y posteriormente él también pueda transmitir amor a los demás. Los hijos ven el ejemplo de sus padres, por eso es importante la educación basada en la comunidad del amor primario de un matrimonio; es en éste donde estamos formando a los que quedaran como testimonio de la fecundidad para la perpetuación de la humanidad.

Los hijos son la manifestación de la familia, nos acercan a Dios haciéndonos padres. El matrimonio cristiano será entonces la base para la formación de la comunidad cristiana.

ASPECTOS DE LA VIDA CONYUGAL

El ser humano es por naturaleza un ser social, por lo tanto no puede vivir en soledad. El matrimonio plantea la alternativa de seguir el camino de Dios en compañía.

El matrimonio es una instancia de encuentro con la pareja y con Dios. Cuando alcancemos esto, superaremos nuestras necesidades individualistas y viviremos en forma plena e íntegra.

El matrimonio nos desafía al aprendizaje en conjunto, a volcarnos por entero en el otro, confiar nuestros temores y miedos en la pareja, permitiéndole ayudarnos a reforzar aquellos aspectos de nuestra persona donde flaqueamos.

Según Antonie de Saint-Exupéry: "Dos personas se aman no sólo cuando se miran amorosamente la una a la otra, perdiendo la vista del resto del mundo, sino cuando son capaces de mirar juntas en una misma dirección".

Como somos seres imperfectos, en ocasiones nuestra pareja puede sentir que no es correspondida, pero esto no significa que hayamos dejado de amarle. Será necesaria la paciencia y comprensión, es probable que en ese momento atravesemos por una situación compleja que nos esté impidiendo comunicarnos claramente, es importante confiar en nuestro compañero y hacerlo partícipe de lo que nos está pasando. Cuando se está en matrimonio, y tenemos un conflicto que nos inquieta debemos afrontarlo juntos.

Así, como el amor de Dios por nosotros permanece, el matrimonio como su manifestación es indisoluble.

OTRA OPCIÓN: EL CELIBATO.

El celibato, se identifica con el matrimonio, entendiéndose como un compromiso con Dios, apela a las raíces más profundas del ser humano. El célibe opta por esta alternativa con plena libertad, se manifiesta como una entrega total de sí mismo a Dios, por lo tanto también a los demás. Dicha entrega se traduce en el ejercicio de la pobreza, de la renuncia a la propiedad personal por el bien común.

Las personas que eligen esta opción no están negando la capacidad reproductiva del matrimonio, ni la idea de hacerse uno de los esposos sino que están concentrándose en vivir el amor de Dios desde otra perspectiva: difundir el amor de Dios al prójimo.

Por Ricardo Chacon
Salesiano Cooperador

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