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domingo, 20 de noviembre de 2011

Jesús en el hogar - Padre Hugo Estrada

Muchos matrimonios comienzan con una copa devino y terminan con unacopa de vinagre. Si se examina la causa de su fracaso, se verá que coincide con la falta de la bendición de Dios. A la hora de la crisis matrimonial no estaba Jesús que pudiera cambiar el agua sin sabor del resentimiento, de la frustración, en el vino de la reconciliación, del perdón y de la paz. Esto, es precisamente, lo que San Juan quiere poner en evidencia en las bodas de Caná. Allí está Jesús con su bendición, y, por eso, el joven matrimonio logra superar ese primer momento de dificultad que se presentó, amenazando echar a pique su alegría familiar.

La realidad es que muchos matrimonios comienzan con la bendición de Dios junto al altar, pero luego dejan a Jesús, en la puerta de la Iglesia, y se van solos a su casa. A la hora de la tormenta, no está Jesús que se ponga de pie y calme la borrasca.

La epifanía de María
Epifanía significa “manifestación”. En las bodas de Caná hay una evidente intención de Jesús de poner de relieve el regalo que es su Madre para una familia, para la comunidad. Hay un momento en que María es colocada en primer plano para que aparezca como la madre bondadosa que cuida de sus hijos en dificultades. Se resalta también el poder de su oración materna ante Jesús. Podríamos decir que es la EPIFANIA de María hecha por Jesús.

Al mismo tiempo, Juan hace la epifanía de María. Cuando Juan escribió su Evangelio, ya había transcurrido más de 70 años desde las bodas de Caná. Juan había recibido a María como precioso
regalo que Jesús le había entregado. Había vivido bajo el mismo techo con la Madre de Jesús. Conocía por experiencia sus bondades y el poder de su oración. Juan, en las bodas de Caná, muestra a la comunidad lo que significa la madre de Jesús en una comunidad, como la madre amorosa que vela por sus hijos. Presenta también lo que cuenta para una familia la oración de la Madre de Jesús. Por eso, Caná es también la epifanía de María hecha por Juan.

Lo que san Juan manifestó en el relato de las bodas de Caná, lo efectuó San Lucas al narrar la visita de María a su prima Isabel. El evangelista hace notar que apenas se presentó María en aquella casa, todo quedó invadido de la presencia del Espíritu Santo. Hubo júbilo, serenidad. Adonde va la Virgen María llega la bendición de Jesús por medio de su Espíritu Santo.


Por eso, la presencia de la Virgen María en un hogar es garantía de la bendición de Jesús.

En la perspectiva de San Juan, María no está para hacer de “abuelita” que deja pasar las travesuras de sus nietos. En las bodas de Caná, la Virgen María se muestra como la madre exigente que enseña a la comunidad cómo resolver los problemas que se presentan. En primer lugar, María acude a Jesús para rogar su ayuda. Luego les indica a los organizadores de la fiesta que la solución del problema está en HACER LO QUE JESUS DIGA, (Jn 2, 5). María, en Caná, es la madre que exige disciplina. No viene para enseñar un camino “más fácil” que el de Jesús. No está para corregirle la plana a su Hijo, ya que Jesús afirma claramente que el camino del evangelio es un “camino estrecho”.

En el relato de Caná de Galilea, San Juan aprovecha para exhibir, con pinceladas magistrales, lo que significa la presencia de Jesús en un hogar. Cuando él está no hay peligro de que falte el vino. También hace notar que la presencia de María es garantía de una madre amorosa que en el momento de crisis sabrá intervenir en favor de sus hijos con su poderosa oración ante Jesús.

Invítenlos...
Algo muy notorio en nuestra sociedad: a muchos matrimonios se les ha terminado el vino. Les falta el vino de la concordia, de la alegría, del perdón, de la paz. La copa de vino con que iniciaron su matrimonio se ha convertido en una copa de vinagre. En el fondo, es porque Jesús es un olvidado en el hogar. Tal vez se le ha invitado, pero no se le ha dado el lugar que le corresponde en la fiesta de la familia. En el Apocalipsis, Jesús se presenta tocando la puerta de una casa, prometiendo que, si le abren, entrará a cenar. Es el mismo Jesús quien se autoinvita para cenar en el hogar: quiere llevar su bendición. Quiere regalar el vino del amor sobrenatural que no se encuentra en las clínicas de los psicólogos ni en las farmacias. Muchas puertas todavía permanecen cerradas. Se repite lo de la noche de Belén. La sagrada familia llevaba la más grande bendición que pueda imaginar para la familia que le abriera sus puertas. Todos dijeron: “No, gracias”. La inigualable bendición del nacimiento de Jesús, por eso, quedó reservada para una gruta que no tenía puertas. Allí hubo cantos de ángeles y Dios se mostró a los de buena voluntad.

En los hogares en crisis se debería revisar si Jesús y María son invitados de honor. Si está María, no se quedará con los brazos cruzados. Su Cuando Jesús está en el matrimonio no hay peligro de que falte el vino. ojo maternal permanecerá atento para que no vaya a faltar el vino de la bendición a sus hijos. En donde está Jesús como el Señor de la casa no hay peligro de que falte el vino de la alegría, del perdón, de la paz.

Un hogar cristiano que da a Jesús y a María un puesto bajo su techo, será un hogar construido sobre roca: resistirá las tempestades y se caracterizará por el vino del gozo y de la paz.
María no está para hacer de “abuelita” que deja pasar las travesuras de sus nietos. En las bodas de Caná, la Virgen María se muestra como la madre exigente que enseña a la comunidad cómo resolver los problemas que se presentan.

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